INCIDENCIAS DE LA HISTORIA ECLESIÁSTICA CUBANA
DURANTE SU CONSTRUCCIÓN (1819 – 1869)
Verá usted en esta sección una aproximación a la historia
eclesiástica del siglo XIX en Cuba y su incidencia en el desarrollo de
cada
etapa de la construcción de la Catedral, así como el estado
en que se encontraba la iglesia, en relación con el gobierno y el
contexto económico. También se valorará la influencia
de los tres obispos en el período entre 1819 y 1869.
En el siglo XIX la Iglesia cubana sufre la inestabilidad política en
España, con sus correspondientes períodos liberales
(1812–1814, 1820–1823 y 1833–1843) que culminaron con la reforma
eclesiástica en 1852 y con todo un proceso de
secularización que afectó los centros de formación del clero insular y
las bases económicas de la Iglesia. Como señalara Levi Marrero, “el clero pierde su autonomía económica a manos de la
Real Hacienda... los diezmos pasaron a ser cobrados
por la Real Hacienda en 1842, lo que significó la incautación por el
estado de hasta el 70% de lo recaudado,… la Iglesia
cubana nunca poseyó grandes riquezas. El poder del alto clero insular
constituido por los obispos y sus cabildos catedralicios,
tuvo por ello una significación moral más que económica”.
Primera Etapa
Toda la primera etapa y el inicio de la segunda tuvo como obispo diocesano a Juan José Díaz Espada de Landa (1800–1832)
considerado “el más grande de los obispos de Cuba en el pasado” y
quien será uno de los agentes importantes del Neoclasicismo en Cuba.
Juan Martín Leiseca, en sus "Apuntes para la Historia Eclesiástica de Cuba", edic. 1938, nos hace señalamientos muy importantes
de los obispos. Nos dice que “había sido tan intenso el impulso dado a la Diócesis por el obispo Espada que, terminada la
construcción de la Iglesia de Cienfuegos fue erigida la parroquia”. Su sede habanera permaneció vacante desde 1832 en
que murió hasta 1846 en que fue designado un sucesor, 14 años sin obispo que representaron inactividad en la segunda etapa,
no pudiéndose iniciar la torre y la fachada.
Segunda Etapa
La Diócesis atendida entonces por un patronato, y añade Leiseca: “la Diócesis de la Habana sin pastor y la comunidad religiosa
sin defensa”. Luego es designado D. Francisco Fleix y Solans obispo de la Habana (1846 -1865), continuador de la segunda etapa,
para quien ya no se trataba únicamente de construir sino también de hermosear. Bajo su ministerio se concluye
en Mayo de 1852 la torre y fachada de la parroquia.
Ya el 5 de febrero de 1859, el coadjutor de la parroquia, D Sebastián de Troya presenta el presupuesto de ensanche de la
Iglesia, presupuestada en veinte y un mil pesos pero el ayuntamiento no podía ayudar. (AC. Leg 5 N0. 91) Esta operación se
repite el 3 de noviembre de 1864 (AC. Leg. 8 N0. 58).
Etapa final
Al próximo obispo, fray Jacinto Martínez Sáez (1865–1873) le
correspondió la etapa final. Según Leiseca “su visita
pastoral produjo en Cienfuegos, la reconstrucción de la actual Iglesia
terminada en 1870” y lo describe como extraordinariamente
constructivo y depurado gusto estético, viendo que las iglesias
existentes en Cuba eran casi todas de rudimentaria edificación
y generalmente de una nave, se propuso construir otras aplicando con
preferencia la fabricación de tres naves para que hicieran
honor al Altísimo y dieran más solemnidad al culto. Al efecto, sin
contar con otros recursos que la piedad de los fieles,
piedad que él supo animar y multiplicar, inició y llevó a cabo una
serie de obras, muchas de las cuales ostentan el
inconfundible sello de su artística dirección, “según consta; en 1866
el obispo participó en la fiesta de la Purísima
Concepción y fue invitado a un almuerzo oficial… por cuenta
particular de los Sres. Concejales” (AC. Leg. 9 No.96)
En ese almuerzo, el obispo diocesano manifestó a la municipalidad no sólo los “bondadosos sentimientos de la comunidad
hacia su persona sino también su exquisita cultura y su religiosa piedad…” añadiendo que “llevará siempre
impreso en su corazón los más gratos recuerdos de esta villa y de todos sus habitantes, pues no sólo se han apresurado
a oír la voz de S. E. que llama a construir un nuevo templo al Señor sino que dan una prueba pública y solemne de lo muy
complacido que se halla por tan colosal empresa”. (AC. Leg. 9 No. 97)
De lo anterior se infiere que el obispo diocesano, representante ante el gobierno de su Iglesia local, es atento a sus
esperanzas y se convierte en el precursor de la construcción del nuevo templo, cuya primera piedra se coloca ese mismo 8
de diciembre de 1866 según consta en el acta “relativo de haberse inaugurado las obras del ensanche del templo de Cienfuegos”
(GSC. Leg. 772 No. 26654) donde uno de sus dos ejemplares, se
encerró “en hueco previamente dispuesto en la primera piedra que se ha colocado para el nuevo edificio, acompañándola según
es uso y costumbre en tales casos, de los números de los periódicos de esta villa que hoy se han publicado y de varias monedas
nacionales del año reciente”. Dos años después y uno antes de concluir los trabajos, el obispo y su Iglesia en construcción,
fueron testigos de la guerra insurreccional de los diez años comenzada el 10 de octubre de 1868.
Según las memorias de Enrique Edo, “para alojar a las tropas, el
ayuntamiento consideró como locales más adecuados, el teatro Avellaneda y
la Iglesia en
construcción cuya obra, por efectos de las anormales circunstancias
porque se atravesaba, se suspendió temporalmente…”
añadiendo luego que “los trabajos de ensanche y reconstrucción de la
Iglesia parroquial, que a principios de aquel año se
suspendieron por falta de fondos y a causa de la guerra, se continuaron
en la segunda mitad del mismo año”.
En pocos años más y de acuerdo
a los donativos se completaron los trabajos pendientes. En 1871 se
concluyó la nueva torre y se colocaron los trece vitrales.
Según Juan Martín Leiseca, el obispo diocesano partió hacia Madrid en
1868 y regresó en 1869 “apremiado por la situación de su
rebaño frente a los sucesos políticos revolucionarios que acababan de
iniciarse con una respuesta de España de tal magnitud
que habían comenzado los fusilamientos sumarios y las detenciones a
granel, entre éstos, la de seis párrocos… No valió
tampoco la condición de sacerdote de D. Francisco Esquembre, párroco de
Cumanayagua, para ser pasado por armas por infidente”.
Este joven sacerdote santiaguero de 31 años, quien bendijo una bandera cubana de los insurrectos el 7 de febrero de 1869 en
la parroquia de Cumanayagua, fue detenido y remitido a la cárcel de la Habana el 26 de abril de 1869 y trasladado a la cárcel
de Cienfuegos el 11 de septiembre de 1869, y el 19 de abril de 1870 es condenado a fusilamiento en juicio sumario por delito
de infidencia.
El obispo fue considerado desafecto por los voluntarios quienes
constituían “la primera autoridad de Cuba en
aquellos terribles momentos” y señala Leiseca, “como natural
consecuencia de todo esto recibió el prelado la orden de embarcar
para España en el perentorio plazo de tres días", lo que tuvo que
cumplimentar el 15 abril de 1869, quedando su rebaño sin pastor.
Regresó a Cuba, por Nueva York el 12 de abril de 1873 pero se lo ordenó,
por el Capitán general, que no podía desembarcar. Luego continuó la
obra el obispo Apolinar Serrano y Diez en 1875.
En el siglo XIX, se reduce notablemente el clero secular que se va
sustituyendo por un nuevo clero español,
ajeno en gran medida a la realidad cubana y convertidos ambos, según
Levi Marrero en “funcionarios del estado” que como resultado
debilitó aún más a la Iglesia en la etapa previa al inicio de la lucha
por la independencia de Cuba en 1868 y con una asignación
miserable a los seminarios, donde los libertos cubanos,
particularmente los pardos… no tuvieron acceso al sacerdocio, unido todo
a la problemática esclavista que destruía en sus mismo fundamentos la
autenticidad del cristianismo practicado en la isla.
La Iglesia, considerada actualmente como Monumento Nacional es
representativa de los primeros cincuenta años de vida de nuestra
ciudad, en sus primeros pasos como colonia Fernandina de Jagua y como
Villa de Cienfuegos en sus transformaciones administrativas,
en su desarrollo económico, en su guerra insurreccional, en su cultura
y en su fe.
En todo este tiempo sintió la influencia de tres obispos diocesanos que
la atendieron y la colaboración piadosa y constante de
sus fieles que permitieron la terminación de la iglesia parroquial “la
Purísima Concepción” de la Villa de Cienfuegos.
Volver arriba